25/10/2010 - 33 usuarios online


Noticias de guión

Reflexiones del guionista Eduardo Durán en SOITU.ES sobre las declaraciones de Marsé


 

Por Eduardo Durán *

A Juan Marsé puede atragantársele cualquier cosa menos la bilis. Podría parecerme valiente su arrojo por reconocer delante de la reciente Ministra de Cultura (y guionista) sus últimas declaraciones sobre el cine español y el gremio de ésta (el de los guionistas digo, no el de los ministros), o la publicada como titular la semana pasada en El Cultural de El Mundo: “El problema del cine español no es la piratería sino la falta de talento”. Pero no me sorprenden. No puedo esperar menos en un país de corsés de un catalanista capaz de escribir en castellano. Como consecuencia, González-Sinde, en lugar de lanzarle los perros, intentó arreglar el entuerto con diplomacia ministerial justificando que “los guionistas estamos al principio de la cadena, cuando todavía no hay dinero, con lo cual es el momento en el que se intenta escatimar".

Dijo Umbral que “el talento es cuestión de insistencia” y Marsé se queja, según su experiencia, del poco tiempo que tienen los guionistas españoles para desarrollar sus proyectos. Si unimos estos dos elementos, la fórmula está clara y las razones del descalabro más que evidentes, sino fuera que los motivos son mucho más hondos.

Decía (y sigo con las citas) Baroja en El árbol de la ciencia acerca de los profesores universitarios que “no sirven más que para el embrutecimiento metódico de la juventud estudiosa. Es natural. El español todavía no sabe enseñar; es demasiado fanático, demasiado vago y casi siempre demasiado farsante. Los profesores no tienen más finalidad que cobrar su sueldo y luego pescar pensiones para pasar el verano.” (Todo esto por no citar otras perlas sobre España del vasco, que, a cien años de distancia, duelen aún más por la verdad que siguen supurando...) Y justo esto es lo que nos pasa a los guionistas de última generación que, como otros tantos, entramos en una escuela (en mi caso, la que se vendía como “la superescuela”) de cine dispuestos a cambiar el mundo; a destronar esas series espantosas en las que terminaremos trabajando; a luchar por la lógica de personajes y no por la audiencia; a crear, a fin de cuentas, un medio que disfrutáramos como espectadores.

El primer pedrusco con el que nos topamos no es el medio, no, sino los profesores que terminaron enseñando porque no podían vivir de otra cosa (¿terminaremos nosotros así?, te preguntas), tipos frustrados y decepcionados a los que acabas cogiéndole cariño porque te las ves venir y te imaginas en esa misma silla de aquí a unos años, y que te cuentan las tramas y las subtramas de la última serie que han escrito o visto pero que son incapaces de hablarte a fondo la Poética de Aristóteles o desguazarte una obra de Shakespeare o Sófocles. No les culpo, si yo ahora mismo tuviera que dar clase sería aún peor. Pero si los guionistas son (somos) “escritores para el cine”, tal y como opina Guillermo Arriaga (prometo que esta es la última cita), ¿dónde queda entonces la verdadera formación literaria?

Por tanto, llevaba razón la nueva Ministra diciendo que el problema es que en este país los guionistas están (estamos) al principio de la cadena. Lo que se le olvidó decir es que la cadena (y, por tanto, el problema) empieza mucho antes.

* Este artículo fue publicado este martes por soitu.es

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22/04/2009 09:40:46