10/08/2017
Por Patricia Ferreira (*)
El mejor cine europeo, el que caracteriza a los últimos años, es un cine que privilegia el sentimiento como elemento de comunicación. Un cine en el que, más allá de un pudor convencional, se busca la conexión con el espectador a través del sentimiento, sin reservas intelectuales; porque creo que lo que nos importa a los espectadores es que la película nos afecte de alguna forma, que su contemplación nos permita ejercer la función de catarsis que es inherente a cualquier espectáculo.
Con este convencimiento iniciamos Virginia Yagüe y yo el trabajo en el guion de "Para que no me olvides" y con esta visión llevé a cabo cada día el rodaje de una película que se desarrolla en Madrid, en nuestros días, en los años iniciales del siglo XXI.
Mateo, el abuelo (Fernando Fernán-Gómez), cree que las personas queridas nunca desaparecen del todo de verdad, que siguen estando siempre a nuestro lado. Irene, la madre (Emma Vilarasau), cree en un mundo de afectos y de trabajo: de afectos, hacia quienes viven junto a ella; de trabajo, como forma de proyectarse hacia los demás. David, el hijo (Roger Coma), cree con su abuelo que hay que rescatar la memoria de cualquier sombra de olvido y actúa apasionadamente para guarecer el pasado de la terrible usura del tiempo. Clara, su novia (Marta Etura), cree que la relación con David le ofrece la energía que necesita, le hace reencontrar la ilusión que le destrozaron en sus años de adolescencia. Son personajes que creen, que se sienten respaldados o confrontados entre sí, la vida como horizonte. Sus relaciones se van modificando, sujetas a los vaivenes de una existencia que, por ser común, es también excepcional.
El 11 de marzo de 2004 nos cogió en pleno rodaje, en el auditorio del pueblo de Rivas, rodando la escena que aparece al final de la película. Pocos días después empezaron a conocerse los nombres y las historias de las víctimas del atentado y volví a sentir que la singularidad de esas vidas cotidianas convertía en real el horror y la tragedia. Todo lo que imaginamos en el papel se encarnó durante el rodaje en la imagen de unos actores que, con la verdad de su interpretación, llenan de magnetismo la pantalla. A veces pienso que los rostros de Fernando, de Emma, de Marta o de Roger, por sí solos, bastarían para contar esta historia, pero entonces recuerdo también el color de los decorados de Félix y Fede, el cuidado en construir los personajes a través del vestuario y el maquillaje de Bina, Karmele e Itziar, la limpieza de las palabras grabadas por Mark y el encuadre y la luz de Marcelo, y comprendo que todos colaboraban hacia un mismo objetivo.
Mateo siempre fue Fernán-Gómez. Dirigirle es un proceso de una exactitud transparente. Una nota, una indicación, y toda su fuerza de actor se pone a trabajar para transformar la idea en expresión. Sólo unos instantes de concentración y surge la verdad del personaje a través de toda la profesionalidad de un intérprete genial. En cuanto a Emma Vilarasau, desde la primera vez que la vi en una pantalla yo sabía que algún día trabajaría con ella. Y ahora ella es Irene. Emma es una actriz que se entrega sin dudas, entendiendo y viviendo al tiempo el personaje, con enorme generosidad, encontrando siempre el gesto justo, la mirada perfecta, el ritmo adecuado a cada matiz que buscábamos juntas. De Marta Etura conocía su encanto y su capacidad de comunicación en la pantalla a través de su breve pero intensa filmografía anterior, pero durante nuestro trabajo juntas descubrí a una actriz que impresiona por su capacidad de estudio y de análisis de los personajes y los textos, por su entrega total a este oficio al que ha decidido dedicarse sabiendo la alta profesionalidad que exige. Y Roger Coma tenía todo lo que yo quería para que el personaje de David fuera inolvidable. Pero, además, me encontré un actor con una técnica impecable, con una enorme capacidad para escuchar y entender lo que le pides con la sencillez que le da la seguridad en su preparación y sus conocimientos.
Quizá la fase más difícil en el trabajo de "Para que no me olvides" fue el montaje. Cuando lejos ya de la urgencia del rodaje las imágenes empezaron a revelar su contenido, Carmen Frías, la montadora, y yo sabíamos que cada decisión de montaje entrañaba un riesgo. Sólo el ritmo de la emoción podía medir la pauta del montaje en una película que, pronto nos dimos cuenta, no admitía ningún artificio.
No es una historia que pudiera hacerse fríamente y necesitaba la implicación de cada uno de los miembros de cada equipo con tanta dedicación, energía y entusiasmo como siempre lo hace la gente del cine. Por elegir a uno que los represente a todos, quiero recordar aquí a mi equipo, al equipo de dirección de "Para que no me olvides", porque sin el apoyo de Javier Petit y todos ellos no habría sido libre de avanzar cada día en el proceso de hacer esta película.
Cuando Virginia Yagüe y yo empezamos a escribir el guion de "Para que no me olvides" sólo sabíamos que queríamos hacer una película sobre la muerte, que terminó por convertirse en una historia sobre la fuerza de la vida. Ahora sé que la hicimos para todos los que han muerto y no querían que les olvidáramos, para que se escriban libros y se hagan películas que los mantengan vivos.
(*): Patricia Ferreira, realizadora y guionista madrileña de raíces gallegas, ha dirigido ya tres películas: "Sé quien eres", "El alquimista impaciente" y esta "Para que no me olvides", que participa en la 55 Berlinale, donde se homenajeará a su protagonista, Fernán Gómez.
© Alta Films-abc guionistas
09/02/2005 13:39:09
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