30/09/2020


Noticias de guion

Entrevista a Pedro Masó por Jesús Ruíz Mantilla


 

El pasado martes, el panorama del cine español perdió a una de sus más emblemáticas figuras. Esta entrevista, publicada hace unos años por El País, desvela parte del carácter y de la filosofía de vida del guionista y cineasta Pedro Masó Paulet.

Pedro Masó (Madrid, 1927) tenía olfato y también aire de emperador romano. A este productor, guionista y director de raza y callo, que ha lidiado con todas las crisis del cine español apostando por los productos que más le iban al público en el cine y la televisión, sus colegas le plantaban una corona de laurel que él llevaría bien a gala por dos cosas, por el galardón en sí, que lo otorgan los productores, y por el nombre que lleva: José María Forqué. Y es que con ese realizador, Masó todavía cosechaba uno de sus mayores éxitos, Atraco a las tres (1962), la película sobre los bancarios metidos a ladrones de sainete reivindicada hoy más que nunca, que fue dirigida por Forqué y cuyo guion Masó escribió en un suspiro. "Acababa de nacer uno de mis nueve hijos. Lo acabé en nueve días, y eso sólo se hace así por hambre", recuerda.

"Todo lo que tengo lo he reinvertido en el cine. Lo único que me queda son mis negativos"

"Antes, para explotar una película necesitabas años; ahora, en un mes, recoges y ganas"

Llevaba gafas de pasta negra, el pelo blanco peinado hacia delante y lucía un moreno que podía ser de pie de rodaje o de vacaciones en balandro. Nada más saludar se empeñaba en sacar pecho campechano. Si uno se presentaba con un "Buenas tardes, señor Masó", él respondía rápido: "A mí, de tú, ¿eh?", y soltaba un apretón de manos firme. Luego empezaba a hablar de sus éxitos en la sede de su productora, empapelada con los carteles de las películas que le habían forjado un nombre, una fama, una manera de entender el oficio muy pegada a la calle, con películas como La gran familia, La miel, La menor, Las adolescentes, Experiencia prematrimonial, Sor Citröen, Los guardiamarinas, o los títulos gloriosos de Paco Martínez Soria, junto a series como Anillos de oro, Brigada Central o Un chupete para ella...

Poco cine de autor, eso está claro: "Uno juega a lo más difícil, que es hacer reír, no al intelectualoide, eso es lo fácil. A la gente le gusta ver cosas positivas, la gente es buena, es inocente", afirmaba. Y eso no se hace sólo con talento en España, hay que luchar por las salas, una por una. Lo de los centros copados por las grandes distribuidoras estadounidenses no es nuevo. Ya se daba hace años, cuando la única fuente de ingresos era el público que acudiera a las mismas. "Antes, para explotar una película necesitabas años; ahora, en un mes, recoges y ganas". ¿Cómo? ¿Un productor que no lloraba? "¡Eh! ¡Alto! A mí me jode llorar, le quita prestigio a la cosa. Pero lo que digo es verdad. Antes no había derechos por televisión, por vídeo, DVD, pago por visión. Antes te podías dar por contento si salían una o dos películas valientes que te cubrían las pérdidas de las otras y así ibas tirando".

Hoy la cosa ha cambiado. "El cine está más considerado, más protegido, más potenciado. Hay más ayudas. Antes estaban las clasificaciones, A, B, C, con las que podías llevarte algún apoyo", afirmaba Masó. O las de interés nacional, como La gran familia, producto ejemplar de salida adelante airosa en la España desarrollista, con prole de 15 hijos, abuelo y asistenta, padre pluriempleado y madre optimista. "Esa película tuvo tres hermanas, en su tiempo funcionó y consiguió el Premio de la Juventud en Cannes", recordaba.

Allí la compraron hasta los rusos. "Sí. Por 15.000 dólares". Eran los tiempos en que los presupuestos medios estaban entre cinco y seis millones de pesetas. "Con eso, hoy no doy ni de comer al equipo", calculaba Masó. También cuando la entrada costaba 32 pesetas y los guiones se pagaban con cifras de tres ceros.

Antes, Masó ya se había curtido en el oficio en todos sus puestos. "Empecé como actor, a 27 pesetas con 50 céntimos, en una película que se llamaba Castillo de naipes", decía. Le gustó el medio, el ambiente y el dinerito caliente que se ganaba. Luego bajó el escalafón a botones. "Fue en los Estudios Ballesteros, con una película de Sainz de Heredia que se titulaba El escándalo. Sacaba 50 pesetas a la semana y servía de chico para todo". Después se hizo guionista con El seductor de Granada. "Me puse a escribir y me dije: '¡Coño, aquí tengo yo el huevo de Colón!". Le resultaba fácil, y desde entonces había firmado más de setenta guiones.

Muchos de ellos en circunstancias de auténtica pirueta, para mezclar éxito de público con toreo previo a la censura. "Antes sí que era complicado hacer guiones, sin poder decir ni marcas, ni tacos", contaba Masó. Eso por no hablar de la cosa erótica. "Era todo tan ridículo que incluso me pararon el guion de Experiencia matrimonial, con Ornella Muti, seis veces. Ya, harto, me fui a ver qué pasaba. Me decía el censor: 'Hombre, Masó, es que esto de Alejandra comienza a desnudarse...'. Yo, en una de esas chispas de inspiración que te entran a veces, le dije: 'Ya está. Ya lo tengo. ¿Y si en vez de Alejandra comienza a desnudarse ponemos: Alejandra comienza a vestirse?'. Le pareció fantástico, al imbécil. ¡No sabéis lo que era eso, lo que hemos tenido que padecer!", recordaba Masó echándose las manos a la cabeza.

Son las sombras contadas con humor berlanguiano de un oficio que también tiene muchas luces. Como las del descubrimiento de talentos, algo en lo que Masó se había fabricado una lista de récord Guinness. No sabía explicar el secreto. "Para eso te vienes un día a un cásting y ves cómo lo hago. Yo no sé contártelo", adelantaba. Pero el caso es que él decía haber descubierto a Ornella Muti, a Imanol Arias, a José Coronado, a Ana Duato, a Alfredo Landa -que debutó en Atraco a las tres-, Gabino Diego, Javier Bardem, Aitana Sánchez-Gijón, Cayetana Guillén Cuervo...

Era parte del éxito. También el aguante: "Hay que tener el alma preparada para sufrir y luchar o la profesión te devora. ¡Dinero no, cojones son los que hacen falta!", decía Masó, directo, franco, lanzado. Pero, también, en la producción hace falta mucha creatividad: "Ése es el reto del productor. Él es quien monta un proyecto de la nada, el que contrata a los guionistas, monta la puesta en escena y luego la vende", afirmaba.

Luego está la promoción, que es clave. "El 50% de un proyecto depende de la promoción. Lo aprendí de Stanley Kubrick, a quien visité en Londres cuando rodaba Barry Lyndon. Preguntó: '¿Cuánto ha costado esta película? ¿15 millones de dólares? Pues vayan pensando en otros 15 para publicidad".

A todo eso, Masó aplicaba dedicación absoluta: "Después de 40 años en el cine no le debo un duro a nadie y muchos me deben a mí, en cambio. Todo lo que tengo, además, lo he reinvertido en películas, en el puto cine, no tengo viñedos, ni tierras, ni fincas, lo único que me queda son mis negativos", juraba.

 

Basado en la entrevista de Jesús Ruíz Mantilla para El País, publicada el 29/05/2003.

29/09/2008 17:53:29

También te puede interesar:

Te recomendamos leer:

Si te ha sido útil la noticia y deseas compartirla con más personas puedes hacerlo desde aquí, pulsando los botones.