13/08/2020
La Berlinale más hispana en 65 años no ha empezado este día 5 de febrero con el mejor pie posible. Al frío ambiental de la calle se han unido los helados paisajes de Groenlandia (en realidad Noruega) y la aún más gélida acogida a la película española de Isabel Coixet "Nadie quiere la noche / Nobody Wants the Night", que ha dejado así, fría, fría, pero muy fría a la audiencia, en su presentación de la amistad entre dos mujeres radicalmente diferentes en el más hostil de los ambientes, esperando a un hombre que no llega. Muchos han recordado cuán diferente fue este mismo día hace más o menos un año, cuando "The Grand Budapest Hotel" hizo reir y aplaudir a todo el Berlinale Palatz.
El buen hacer interpretativo de Juliette Binoche y Rinko Kikuchi ha sido un análgésico demasiado suave para paliar la falta de emoción e intensidad de esta historia imaginada -aunque se basa en personajes reales, los hechos fueron distintos- por el guionista de "Blackthorn", Miguel Barros, que reune en un igloo de Groenlandia a una mujer rica y aventurera, Josephine Peary (Binoche), con una inuit (Kikuchi), quienes están ahí con la esperanza de encontrarse con el marido de la primera, el explorador estadounidense Robert Peary, aspirante a descubridor del Polo Norte.
Coixet, que de por sí lleva tiempo con dificultades para transmitir emociones, tampoco mejora la materia prima de Barros, por lo que el europuding (Bulgaría y Francia coproducen la cinta, dialogada en inglés), de tan frío se vuelve duro de roer... y sobre todo aburrido. Con dos horas, a la película le sobra metraje y la falta si no acción -que el planteamiento dramático es de supervivencia por encima de todo- sí calor humano, algo que impregne de emotividad la supuesta complicidad de estas dos mujeres que ni siquiera se entienden bien por cuestiones lingüisticas, y que hacen de todo para mantenerse con vida en el naciente invierno polar, enclaustradas en un igloo, que -paradójicamente- fue recreado en un estudio de la templada Tenerife.
Tener a Binoche pisando la alfombra roja ante los Osos está muy bien, pero cuesta encontrar justificación a la elección del director del festival, Dieter Kosslick, de "Nadie quiere la noche" como cinta de apertura, para ganarse las primeras malas críticas de esta 65 edición. Esperemos que en los días a venir la temperatura de la calidad cinematográfica suba, este año tan cargado de talentos iberoamericanos. Además de esta insustancial inauguración española, en las jornadas a venir veremos dos películas chilenas, la de Pablo Larraín ("No") sobre el candente tema de los abusos en el seno de la Iglesia, "El Club", protagonizada por Alfredo Castro, Antonia Zegers y Jaime Vadell, y el documental del afamado autor de "Nostalgia de la luz", Patricio Guzmán, quien vuelve a referirse como en aquella a la dictadura pinochetista en "El botón de nácar".
También compiten por el Oso de Oro dos coproducciones, la guatemalteca "Ixcanul", de Jayro Bustamante, un drama feminista con protagonistas indígenas, y la mexicana "Eisenstein en Guanajuato", dirigida por el británico Peter Greenaway. En el resto de las secciones encontramos una veintena larga de películas iberoamericanas, sin contar un ciclo íntegro dedicado a los indígenas de América Latina, con lo cual -como dijo Kosslick días atrás- este año en la Berlinale casi sonará en las salas más el español y el portugués que el alemán.
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Berlinale: Del majestuoso desierto con Nicole Kidman al interior de un taxi conducido por Panahi
La segunda jornada del Festival de Berlín en esta su 65 edición, ha tenido este viernes en su competencia oficial el denominador común de la sorpresa. No esperábamos (o quizás un poco), que Werner Herzog desaprovechara una historia real tan interesante como la de la escritora, política y espía Gertrude Bell, en "Queen of the Desert, ni tampoco que el iraní Jafar Panahi, cuyos dos últimos trabajos en la clandestinidad fueron bastante decepcionantes, volviera por sus mejores fueros con "Taxi", y finalmente, la sorpresa es la clave que mueve al aplaudido drama británico "45 Years".
Recordar a "Lawrence de Arabia" era inevitable este viernes en la Berlinale ante la visión de "Queen of the Desert", la película del alemán Werner Herzog en la que Nicole Kidman interpreta a la novelista, diplomática, historiadora, espía y exploradora británica Gertrude Bell, que fue contemporánea del propio T. E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, y que cómo él recorrió las convulsas tierras (ya entonces) del Oriente Medio. Y claro, las comparaciones son un poco, al menos un poco, odiosas. Nadie ha sabido como Sir David Lean combinar el espectáculo con la íntima emoción y la potencia de una historia profundamente humana. Desde luego, Herzog no es una excepción. Su película, que intenta mantener ese equilibrio imposible entre lo comercial y el arte, a base de condescendencias, decepcionó, a pesar de puntuales momentos de belleza.
Hace más de cinco años que empezó a desarrollarse esta biopic de Gertrude Bell (1868–1926), una mujer proveniente de una familia de políticos, de espíritu aventurero, que por sus constantes viajes a Oriente Medio se transformó en una importante influencia en la política imperialista británica en esa región, siendo de gran relevancia su papel en el establecimiento y la administración del estado moderno de Irak. Bell nunca se casó ni tuvo hijos, y su muerte -por una sobredosis de píldoras- despertó un gran debate sobre si fue intencional o accidental, considerando su pasado de espía. Inicialmente Naomi Watts iba a ser la protagonista, pero el papel acabó en manos de Nicole Kidman.
Como le pasó la víspera a Coixet, hay un gran personaje femenino, y ambas películas dan sobre todo ganas de ir a una librería para saber quién era realmente este fascinante personaje de Bell, a quien Nicole Kidman se esfuerza en interpretar sin desprenderse del glamouroso halo de una estrella de Hollywood.
Sin embargo, dejando aparte las servidumbres de un elenco en el que debía de haber figuras destacadas (Robert Pattinson interpreta al famoso Lawrence, sin ir más lejos) para recuperar la costosa inversión, es el planteamiento de Herzog el principal problema, ya que el autor de "Aguirre, la cólera de Dios", "Nosferatu", "Fitzcarraldo", "Cobra verde"..., que llevaba más de un lustro dedicado a los documentales, aparte de dirigir ha escrito el guion de "Queen of the Desert", y esa es la principal pata coja del invento. Le sobra a la cinta languidez, voz en off que cuenta lo que no vemos, tiempos muertos y diálogos no especialmente brillantes. Es el típico film que promete más de lo que en definitiva da, o que nos hace pensar en cómo hubiera resultado un personaje tan apasionante como Bell en otras manos.
Cómo Jafar Panahi sigue haciendo cine forma parte de la magia de este oficio. El iraní autor de "El círculo" y "Off side" está condenado a una fuerte pena de cárcel (conmutada creíamos por arresto domiciliario) acompañado de un silencio creativo obligado por sentencia de los tribunales teocráticos del régimen de 20 años sin filmar. Pero él, que desafío a los ayatolahs filmando el último proceso electoral en el que la oposición fue silenciada pese a su esperada victoria, no parece tener la menor intención de cumplirla.
Ahora, ha presentado -en ausencia- su más reciente trabajo, que es una nueva y desafiante pirueta contra jueces y religiosos. Panahi ha trasladado su encierro a un taxi, o le ha puesto ruedas, e interpreta así al conductor de este vehículo de servicio público en cuyo interior se van alternando clientes de todo tipo, que perfilan un retrato de la rica realidad de Teherán, todo ello narrado con sana ironía y sentido crítico.
Tras la decepcionante "Pardé / Closed Curtain", el cineasta iraní cambia radicalmente de registro para hacer una película divertida, ligera y a la vez repleta de mensajes. ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cómo ha podido salir de su casa, rodar toda la película desde un taxi (la cámara está anclada en la parte delantera), editarla y sacarla del país? Esas son las preguntas que a una le asaltan después de pasar un buen rato.
Nos hubiera encantado preguntarle al realizador persa si vió y le inspiró el documental español de David Muñoz "Otra noche en la tierra" (2012), filmado de la misma manera, sólo que supuestamente no con actores, y en el que también a través de los clientes de unos taxistas notábamos como respiraba otra sociedad de la región, la egipcia, ante la "primavera árabe" que estaban viviendo.
La vida te da sorpresas. Geoff y Kate son una pareja madura próxima a celebrar su 45 aniversario, cuando el pasado golpea su tranquila cotidianeidad. Al marido le avisan de que en los Alpes suizos ha aparecido el cadáver, congelado, de la que fue su novia, fallecida en un accidente medio siglo antes, lo cual genera en ambos esposos, intepretados por rostros tan prestigiosos de la interpretación británica como Charlotte Rampling y Tom Courtenay, una callada incomodidad, que aumenta hasta minar su relación.
En su nueva película, Andrew Haigh, responsable del drama gay "Weekend", no se complica la vida, la deja fluir, y así -con la inestimable complicidad de unos actores con toda la experiencia y sabiduría del mundo, en tal vez sus mejores trabajos- transmite sentimientos que van de la inquietud a la emoción, mostrando la fragilidad de la convivencia en pareja, por muy larga que sea.
Carolina G. Guerrero abcguionisdtas
16/02/2015 20:43:31
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