19/01/2020
Es lunes. El cielo, níveo y calmado, amenaza con tempestad. En la Cineteca de Madrid, el guionista y director de cine Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) imparte una masterclass sobre recursos narrativos, construcción, desarrollo e identificación de los personajes y temas y puntos de vista en la ficción y el documental. Nos colamos en su clase para tomar apuntes pero le abordamos a la salida para que nos cuente los verdaderos secretos del guion.
Una vez comentó que el alma del guionista y del director están muy reñidas, “por regla general quien es bueno en una cosa no suele serlo en la otra porque tienes talento natural para una faceta y la otra te la tienes que inventar”. Sin embargo, él ha destacado en ambas facetas, acumulando premios Goya y convirtiéndose en uno de los cineastas más prolíficos y respetados de nuestro país. Irónicamente, se dedica a esto por accidente. Siendo dibujante, perdió la oportunidad de entrar en Bellas Artes porque llegó tarde al examen de ingreso, aunque argumenta que le dijeron la fecha mal y no fue culpa suya. A pesar de que empezó sin interés ni motivación Imagen y Sonido, un taller de guion de tres semanas fuera de la universidad con sus “padres profesionales”, Joaquín Oristrell, Manolo Machi y Lola Salvador, fue un flechazo suficiente para enamorarse de escritura y del guion. Para él fue “como un juego, conectar con esa imaginación que tenemos cuando somos niños, volver al salir al recreo”. Al ver “Macarrones”(1895), con Jack Lemmon y Marcello Mastroianni dirigidos por Ettore Scola, supo definitivamente que quería dedicarse a esto. Toma como lema de vida una frase del cineasta que vio pintada en las paredes de la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños en Cuba, “La duda de los artistas es la riqueza del mundo”. “Cuestionar las cosas y no dar por sentado nada estimula el debate con uno mismo”. No hay cosa que odie más que “la muerte de la creatividad, aquellos que caen en el escepticismo y no dan nada por bueno porque están de vuelta de todo”.
Comenzó trabajando como guionista en la mejor escuela, la televisión, en series como Turno de oficio, con reuniones los sábados por la tarde en casa de Ibáñez Serrador para elaborar Un, dos, tres…responda otra vez y escribiendo “cosas absurdas y divertidísimas” para humoristas como Martes y Trece. El humor negro es un sello característico en su cine, que a pesar de etiquetarse como social o “perroflauta” por la crudeza y marginalidad de sus ambientes, conquista al espectador con sutiles perlas de sabiduría mundana. Su cine no tiene género, “es como la vida misma, todo está pegado, si te quedas encajado en un solo estilo te pierdes cosas maravillosas”. Tomando como referentes la belleza del cine italiano de los 60 y El Apartamento de Billy Wilder, León ha intentado siempre manejar las situaciones más duras con algo de luz, dando oxígeno a personajes asfixiados, porque al fin y al cabo “es un síntoma de inteligencia que ayuda a entender la realidad. Te ayuda a digerir el drama, las morgues o quirófanos y lo hace más eficaz, como esa dosis de azúcar que le ponen a los medicamentos. En su capa más profunda, el drama es humor”. Cuando habla de la dificultad para crear el tono de una película, comenta que “cambia de cultura en cada país”, mencionando una anécdota ocurrida en Japón durante la proyección de Los Lunes al Sol, que consideró un auténtico fracaso hasta que se dio cuenta de que la gente no se reía porque allí es de mala educación.
Su debut tras la cámara se produjo en 1994 con el cortometraje Sirenas, premiado en varios festivales nacionales. Familia (1996), su primer largometraje, adaptado posteriormente a teatro en varios países, se llevó el Goya a la Mejor Dirección Novel, así como el premio Fipresci y el premio del público de la SEMINCI de Valladolid. Con Barrio (1998), retrato de tres adolescentes en un barrio marginal, obtuvo los premios Goya a la mejor dirección y al mejor guion original, la Concha de Plata al mejor director en el Festival de San Sebastián el premio Fipresci y el Fotogramas de plata a la mejor película española, entre otros.Pero sin lugar a dudas, Los lunes al sol (2002), calificada por Carlos Boyero como “la hostia”, lo catapultó a la fama, con cinco galardones en los Goya, incluyendo Mejor película y Mejor dirección, Concha de Oro a la Mejor Película e incluso siendo seleccionada por La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas para representar a España en los Óscar en la categoría de mejor película en lengua no inglesa. Basada en hechos reales, años después de la reconversión industrial de Vigo, retrata la rutina de un grupo de parados de la naval que navegan entre la nostalgia, la desesperación y la supervivencia. La idea surgió a partir de una noticia que su coguionista, Ignacio del Moral, le propuso sobre el secuestro de un transbordador por trabajadores de unos astilleros en señal de protesta por los ingentes despidos. Inicialmente, la historia transcurría íntegramente en el barco. Pero según cuenta Fernando, los personajes les llevaron a ellos, pedían su espacio, contar cómo eran sus vidas, su entorno, sus relaciones. Hasta que dijeron "¿Y si quitamos el secuestro?"
Combinando las facetas de “escritor de mapa y escritor de brújula”, cree que escribir es como un viaje. “Al final si no improvisas, deja de ser divertido. Escribir tiene que ser como una montaña rusa. La trama está formada por huellas que dejan los personajes en la nieve. Seguir un camino muy concreto resulta artificial. No escribas sobre ellos, escribe con ellos. No les impongas decisiones, escúchales. Conecta con ellos, deben importarte. Los cursos de guion hablan en plan intelectual, con muchas formulas matemáticas y paradigmas, pero se olvida trabajar con la emoción. El cine es un ejercicio de empatía, uno termina experimentando con sus personajes, incluso a veces uno proyecta sobre ellos la persona que le gustaría ser.” El personaje que más ha calado en él sería Santa, interpretado por un magistral Javier Bardem, con el que repite en Loving Pablo(2017) actualmente, “un Don Quijote y Sancho Panza a la vez, contradictorio, idealista pero pragmático y sobre todo muy metepatas”. Lo peor que se le puede hacer a alguien es “ser deshonesto, la mentira”. Por eso sus personajes exhalan autenticidad y nos envuelven en un torbellino de sensaciones con aroma cotidiano pero que no deja de ser la antítesis del realismo mágico. “No son perdedores, son ganadores, los héroes más interesantes son los anónimos, los que no sabemos que son héroes”. Para el personaje de Lino, se inspiró en un manual de búsqueda de empleo que “básicamente consistía en transformarse en otra persona”. Él cree que por eso no le daban nunca trabajo, porque precisamente el problema es “renunciar a tu identidad y dejar de ser tú mismo”. Al fin y al cabo, “Las películas son prolongaciones de tus conversaciones de sobremesas. Vas a estar mucho tiempo hablando de ellas, así que te conviene hacerlo sobre temas que te interesan”.
Princesas (2005) fue su cuarta película como director y guionista y su debut como productor tras crear su propia productora, Reposado. La película participó en el Festival de cine independiente de Sundance, recibió tres premios Goya para sus dos actrices protagonistas, Candela Peña y Micaela Nevárez y para la mejor canción original de Manu Chao, el premio Ondas al acontecimiento cinematográfico del año y el premio Protagonistas a la mejor película. Tomando como punto de partida la peluquería de la madre de un conocido donde se reunían las prostitutas del barrio para matar el tiempo y a pesar de recibir calificativos como “progre misógino”, Fernando León se atrevió a retratar, con una óptica totalmente diferente y entrañable de la prostitución, un mundo exclusivamente femenino, algo complejo considerando el “machismo presente en todos los sectores de la sociedad”. “Es difícil de romper los roles establecidos, sobre todo lo que aprendemos en la escuela y vemos en casa de pequeños”. Uno de los temas más sangrantes e inaceptables para él es la política de cuotas y la diferencia salarial, ya que no entiende el motivo de que no lo corrija la legislación. “Lo ideal sería que no hiciera falta porque implica que algo se ha hecho mal, pero el problema está en la estructura, en la educación”. ¿Qué más está mal? Critica lo peor del oficio del guionista. “Hay muchas cosas por resolver todavía, salarios, modo de contrato, inseguridad, el que te pidan historias e ideas sin pagar. A veces parece que no fuera necesario una especialización en guion. Nadie se atreve a opinar sobre la planificación de una película, pero sobre una historia todo el mundo puede opinar”. Bromea diciendo que en España todo el mundo tiene una historia que contar. “Me subo a un taxi y el taxista me dice que tiene un guion para pasarme. Yo siempre digo escríbalo si se atreve”. Un problema o una ventaja según como se mire es esa invisibilidad adherida al guionista. El oficio de escribir conlleva un ámbito privado sin demasiada exposición mediática, “un defecto y una virtud, pues no te gusta mucho ser visto, pero te molesta cuando no te invitan a la alfombra roja”. En su caso, lamenta que a él se le acabara con la dirección.
No todo es crítica. “El cine español está pasando por un momento creativo muy estimulante, con muchas miradas nuevas. Es una lástima que esté mejor valorado fuera que aquí, son prejuicios, pues te dicen yo no veo cine español, una frase que es una bendita paradoja en sí misma”. Optimista, cree que terminará por pasar de moda y la calidad se impondrá. La mirada es clave. A pesar de que pueda parecer amante del costumbrismo cree que “lo importante es no contar las cosas como son, sino como las vemos nosotros. Es mejor hacer una mala película que una película convencional. Lo peor es la sensación de haberla visto muchas veces. Hay que llevar al espectador de la mano, pero siempre a ciegas, siempre ir por delante. Si vas por detrás, estás muerto. Prefiero películas fallidas, imperfectas, pero que arriesguen siempre”. León se arriesgó, se atrevió a desmigajar la cotidianeidad transformándola en un arte sugerente, de silencios, espacios, miradas y alientos que se clavan en el alma. Se arriesgó y ganó.
Su productora, Reposado, que promueve la presencia de productos y empresas catalanas en mercados y festivales audiovisuales, ha producido el documental Política, manual de instrucciones, que adentra al espectador en los debates internos de Podemos, el partido que lidera Pablo Iglesias, en el momento clave de su fundación y de la creación de su estructura orgánica, "reflejando los tropiezos, los éxitos, las contradicciones, los buenos momentos y las crisis". Le pregunto cómo enfocaría la situación de Cataluña en una película dentro de unos años. “Es evidente cómo todo el mundo, consciente del poder de la ficción, la utiliza. Todo es una lucha por el relato, la historia la gana quién la cuenta, se ven muy claras sus intenciones. Es una clase magistral de guion y de construcción de historias, un juego poniendo al otro de malo, un esfuerzo enorme por comunicar un relato sobre lo que está pasando, que es en lo que yo me centraría si tuviera que escribir una película del tema”. En el campo del documental, además de escribir La espalda del mundo(1997) o dirigir Izbieglize(1994) o Caminantes(2001), premiado en los festivales de La Habana, Los Ángeles, Nueva York y Alcalá de Henares, también formó parte de Invisibles(2007), dirigiendo el capítulo titulado Buenas noches, Ouma. . Este documental contó también con la participación de otros directores como Mariano Barroso, Isabel Coixet, Wim Wenders y Javier Corcuera, y fue galardonado con el Goya al mejor documental.
Un día perfecto(2015) está ambientada en el conflicto de los Balcanes porque Fernando León quiso aportar su propia experiencia como documentalista allí, pero en realidad podría estar ambientada en cualquier parte del mundo porque habla de un microcosmos presente en toda guerra; la sensación de irrealidad, irracionalidad y falta de sentido común. Basada en la novela Dejarse llover, de Paula Farias, escritora y responsable de operaciones de Greenpeace o Médicos sin Fronteras, trata sobre el trabajo de los cooperantes en zonas de conflicto. En contraposición al cine bélico, lleno de oscuridad, tiros o bombas, él ha querido retratar esa línea tan frágil y difusa entre el horror y la vida. Su primer trabajo con cooperantes fue en la guerra de Bosnia en 1995 y visualmente uno de sus recuerdos está en la película, “esa luz tan brillante, ese contraste entre el color azul del cielo, entre lo increíble del paisaje, en contraste con todo lo dramático que estaba pasando allí”. Mambrú (Benicio del Toro), B (Tim Robbins) y Sophie (Mélani Thierry) son un grupo de trabajadores humanitarios que trata de rescatar un cadáver de un pozo que amenaza con envenenar la única fuente de agua potable local. Para ello, necesitarán una cuerda cuya búsqueda se convertirá en toda una odisea. Esa cuerda ata muchos cabos, pues evoca la esencia del trabajo de León de Aranoa, de como un pequeño hilo desencadena una sucesión de grandes nudos que se enredan y se atan entre sí para desvelarnos, entre múltiples caras y recovecos, grandes historias al estilo de una caja de muñecas rusas. Para la creación de estos tres personajes principales se inspiró en un comentario de una cooperante al mencionarle que allí todos eran “una de las 3 M, Misionero, Mercenario o Marciano”. Sophie, misionera, representa la vocación, el idealismo de la lucha humanitaria, la ingenuidad e ilusión del principiante. Mambrú, mercenario, es el profesional experimentado y curtido que aporta equilibrio. B, marciano, un loco adicto a la adrenalina que ya no es capaz de conocer otro mundo. Él se ve reflejado como mercenario pero insiste en recordarse al misionero que fue, intentando no perder la energía y fuerza del recién llegado, el idealismo a la hora de hacer cine y conservar algo de inocencia frente a la industria. “Uno es Mambrú, pero vives con el temor de ser B y quisieras volver a sacar a la Sophie que todos llevamos dentro”.
De ser una canción, Un día perfecto “sería un tema punk rock, ya que transmite urgencia, con gente de acción que se pasa el tiempo tomando decisiones”. There Is No Time, de Lou Reed, resume en los créditos la esencia del film. El tiempo es importante para Fernando León, lo echa de menos para trabajar, “renunciaría a hoteles de lujo por más tiempo en el rodaje”. Por ello, la bso de su día a día sería calmada, invitaría a relajarse. Amante de Silvia Pérez Cruz y de Sabina, al que cita cuando le pregunto por qué vendería su alma al diablo y me contesta que nadie querría comprarla, comenta que si alguien se acercara a su colección musical pensaría que sufre esquizofrenia. Esa esquizofrenia va en su temperamento. “Es un hombre tranquilo” pero evoca velocidad. Sin prisa pero sin pausa. Además del guion y la dirección, también ha publicado varios relatos y narraciones breves, habiendo recibido por ellos el Premio Antonio Machado en dos ocasiones. Vive el ahora, no se arrepiente de nada porque de todo se aprende. Cuenta que sus planes son “parar un poco y descansar”, lo que en realidad significa “reflexionar sobre la siguiente película y escribir”.
Hablando sobre la “verdad pura de la escritura automática”, le pido una clave para gestionar el bloqueo creativo. “Es como atravesar un desierto, aunque escribas algo que no te gusta no dejes de caminar, si te paras estás muerto. Puede que no sea brillante, que no estés inspirado, pero nunca dejes de escribir”. También recomienda “dejar el trabajo cuando funciona, en un momento álgido, el mejor momento antes de llegar al clímax” para así tener ganas de retomar la jornada. Confiesa que es nocturno, la energía del trabajo se impone y se le mezclan el desayuno y la cena. Sobre su manía inconfesable de escribir cuentos en bolsas de avión para el mareo, dice que fue solo un experimento. Se trataba de hacerlo en el primer lugar que uno pilla, sin pensar. Escribió Historias de aviones que se caen, relatando las últimas palabras que diría si supiera que el avión fuera a estrellarse, asustando al compañero de asiento. No es para menos. Fernando León Aranoa mide casi dos metros y acumula premios, de lejos impone pero de cerca tranquiliza. ¿Un consejo para un guionista novel? “Escribe mucho. Hay que escribir mucho, equivocarse mucho y ser muy tenaz. Los primeros guiones siempre son malos, años después los lees y piensas que son una mierda, lo bueno es que eso te siga pasando siempre”. Cuando salgo de la Cineteca, quizás a modo de metáfora, brilla un resquicio de sol. Parece viernes.
Ana Lucas/Abcguionistas
29/11/2017 13:46:21
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