28/11/2016
Desde que acepté, en abril de 2000, ser guionista de Gran Hermano, han pasado más de once años en los que he perdido la cuenta de las veces que he tenido que explicar mi trabajo. Fuera en un Encuentro de Docentes de Guion, en la consulta del médico, en el Banco, en Hacienda, en mis vacaciones, o en la entrevista para la nacionalidad, cada vez que me han preguntado a qué me dedicaba he tenido que contestar, a continuación, un montón de preguntas. Las respuestas a muchas de ellas están en el propio libro. Las otras, intentaré contestarlas aquí.
¿Para qué un libro sobre Gran Hermano?
En primer lugar, para documentar cómo fue enfrentarnos a un género sobre el que no teníamos ni experiencia ni bibliografía alguna. Hay libros que cuentan cómo se hacen películas, series, documentales, noticieros y todo tipo de audiovisual. Sobre programas de realidad, nada. Hay, eso sí, cientos de trabajos de investigación que estudian el reality, pero me pareció necesario dar una visión desde dentro y ya, de paso, tratar esos temas sobre los que tanto hablan los espectadores, sobre todo esos que se organizan en las comunidades de fans para debatir y cuestionar. Cuando, durante GH 7, empecé a leer foros a diario, ya no pude desengancharme. Es adictivo. Lees opiniones, te familiarizas con los nicks de los participantes más activos, buscas sus post y terminas por dialogar con ellos a través de tu trabajo. Es apasionante el mundo fans. Algunos están mucho más informados que mucha gente que trabaja en esto.
¿Has dicho “dialogar con ellos”?
Sí. Durante los primeros años mi primer contacto con los contenidos de cada día lo tenía al leer las bases de datos. Luego adopté la costumbre, cuando me levantaba, de leer los foros desde el punto en que los había dejado la noche anterior. Muchas veces debatían acerca de algo que habían visto a retazos en la emisión de 24 horas y no se ponían de acuerdo porque les faltaban piezas para completar el puzle. Y entonces iba, completaba ese puzle y se los contaba en el diario. Leer los foros te indica en qué personajes y en qué tramas están más interesados y también qué vacíos de información les han quedado, qué querrían comprobar, de qué o de quién quieren saber o confirmar algo. No siempre puedes complacerlos. Primero porque son miles, cada uno con sus gustos y sus necesidades. Segundo porque a veces, cuando llegas y ves lo más importante de todo el día, resulta que lo que a ellos les interesó es mucho menos importante que otras cosas que no se han visto. Otras veces, en cambio, ellos valoran cosas que los de dentro ni han considerado. Recuerdo, cuando El Reencuentro, que una tarde leí unos comentarios acerca de una conversación entre Pepe y Jorge que tenía apasionados a algunos fans. Puse la tele y alcancé a ver unos minutos. Estaban jugando a relacionar películas, actores y directores, pero lo que estaba ocurriendo allí era mucho más que un juego; era una escena fascinante, porque allí estaba un Jorge al que ya no le quedaba ni el recuerdo de la pierna encima y un Pepe muy lejos de su perfil de estratega y entregado al disfrute de compartir con su compañero. Cuando llegué a Guadalix lo busqué. En la base de datos ponía que hablaban de cine, pero no había ni un minuto enviado a AVID. Evidentemente al guionista de Profile no le había parecido que tuviera mayor interés ver a dos hombres tumbados en los sofás hablando de cine. Y probablemente en otro contexto, con otros personajes, a mí tampoco me hubiera interesado. Pero se trataba de Pepe y Jorge, dos de los personajes más conocidos de Gran Hermano, dos hombres que aparentemente están en las antípodas, pero que habían encontrado puntos en común en el humor y la cultura cinematográfica de ambos y, a pesar de saberse los dos grandes rivales para llevarse el premio, se admiraban y disfrutaban juntos. Recuperé el material. Era una secuencia maravillosa. Al día siguiente leí que ponían “gracias al diario de ayer pudimos ver…” Gracias al diario no. Gracias a los fans, que me “avisaron” de que ese contenido existía y les interesaba. Si algo tengo claro es que los que hacemos televisión en esta era ya no podemos vivir de espaldas al fenómeno de las comunidades de fans.
Pero muchos de esos fans dan opiniones poco favorables ¿no te molesta?
Hay un libro llamado Convergence Culture (Barcelona, Paidós, 2008) de Henry Jenkins, un analista de medios norteamericano que estudia este tema en profundidad. Él dice una cosa a propósito de Survivorque también vale para Gran Hermano, y es que es “televisión para la era de Internet: está diseñado para ser discutido, diseccionado, debatido, predicho y criticado” (pág. 35) y se refiere también al malestar de muchos de estos fans cuando sienten que las decisiones importantes en los realitiessiguen estando en manos de quienes producen el programa. Es cierto que muchas decisiones se toman sin que ellos puedan participar, pero también es cierto que ellos deciden las expulsiones, y ahí no podemos intervenir quienes hacemos el programa. Cada uno tiene su área de competencia. Como dice Jenkins, “los intereses de productores y consumidores no son los mismos. Unas veces se solapan. Otras veces entran en conflicto. Las comunidades (de fans) que en cierto nivel son las mejores aliadas del productor, en otro nivel pueden ser sus peores enemigas” (Ibíd., pág. 65). Me preocupa mucho que programa y fans se vean como enemigos. Cuando la gente cuestiona, ataca o descalifica, lo hace porque no les gusta una decisión del equipo: el casting, la emisión o no emisión de algún contenido, la manera en que se ha contado algo, una repesca, un cambio en las nominaciones o hasta una actitud de la presentadora. Siempre hay gente que piensa que se debía haber hecho de otra manera. Y probablemente muchas veces tengan razón. También ocurre que quienes votan toman decisiones que a nosotros no nos gustan, porque lastran el desarrollo del programa. Es muy difícil que concursantes, equipo y espectadores estén de acuerdo siempre. Es el riesgo de este trabajo interactivo entre tres entidades tan diferentes que están, a pesar de todo, condenadas a entenderse. En cualquier caso cuando la organización decide algo, lo hace porque creen que es lo mejor para el programa y eso ya tiene mérito, que se busque la manera de que el producto sea diferente, atractivo, entretenido y sorprendente cada año. Aunque nunca llueva a gusto de todos, hay que renovarse. Creo en la necesidad de las ediciones rompedoras, sorpresivas, que permiten un juego constante entre concursantes, equipo y espectadores.
Sin embargo, el primero fue el más seguido…
Sí. A pesar de que entonces el concurso quedó bastante desvirtuado por el pacto y la aparente carencia de objetivos que ellos cada día se encargaban de recordarnos con la machacona frase de “no estamos concursando”, ese Gran Hermano triunfó gracias, entre otras cosas, a la inocencia de concursantes y espectadores, a los contenidos que se generaron durante las tres primeras semanas, a la novedad del género, a la excelente estrategia de programación de la cadena, a la presentadora, a la posibilidad que se le dio a la audiencia, por primera vez, no solo de premiar, sino de decidir el desarrollo del programa, a los ataques, al escándalo. Fue una conjunción de factores favorable por todas partes. Sin embargo confieso que soy una de las pocas personas que conozco a quien esa primera edición no le parece la mejor de todas. Ni remotamente. Me parece, simplemente, la primera.
Pero mucha gente sigue recordándola como la mejor
Indiscutiblemente fue la más exitosa porque fue la primera. Pero lo mismo que al primer amor, ser la primera no la hace necesariamente la mejor. Y aunque me enternecen los nostálgicos, ni puedo estar de acuerdo con los que rechazan los cambios y claman por la vuelta a los orígenes, ni creo que nadie a estas alturas volviera a sentarse a ver un Gran Hermano donde todo el mundo decía estar por “vivir la experiencia”. Y encima, si te detienes a analizarlo, no fue así, porque bajo el paraguas de frases políticamente correctas como “todos tenemos derecho a estar aquí”, “nadie merece ser nominado” o “ganadores somos todos”, hubo conspiraciones, campañas y muchísima tensión, aunque casi todo transcurriera en un tono de diplomacia y de pretendida inocencia. Ahora que todos nos hemos hecho “mayores”, que cada vez resulta más difícil encontrar un perfil o un contenido inéditos, lo lógico es que el programa se renueve. Ocurre con todos los géneros televisivos. Las series o telecomedias de hoy son muy diferentes a las de hace unos años. En todo: argumentos, lenguaje narrativo, montaje...Se llama evolución.
¿Quién decide lo que se emite en los realities?
Hay diferentes maneras de trabajar. En Italia, por ejemplo, hay un grupo numerosísimo de guionistas que preparan las Tareas, deciden las intervenciones del programa, escriben los guiones de las galas y determinan qué contenidos van para el diario y cuáles para PT, es decir, allí todo lo relacionado con contenidos está centralizado. En Colombia, donde estuve trabajando en su primer Gran Hermano en 2003, no había galas como las de aquí, sino que se emitía el resumen diario y a continuación se conectaba con plató para la nominación o expulsión. Para hacer el diario, el equivalente a nuestro guionista de Profile elegía lo mejor de su turno y pre montaba vídeos, de modo que hacer el resumen consistía en ver, por ejemplo, 80 minutos distribuidos en 8 o 10 vídeos y decidir qué se quitaba y qué se acortaba hasta llevar el programa a los 50 minutos requeridos. Aquí hay tres equipos: prime time,Debate y diario. El diario fue mi responsabilidad durante diez años. PT y Debate tienen, cada uno, sus guionistas, su director, su productor y sus coordinadoras de vídeos: Begoña y Macarena, que van seleccionando los contenidos y encargándole a sus redactores y editores que les monten esos vídeos. Los tres equipos estuvimos muy coordinados siempre, pero cada uno tenía su autonomía y su identidad porque se trata de tres formatos diferentes. El diario es como una telenovela. Las galas son una recapitulación de la semana y un espectáculo. El Debate es el desenfado, la diversión. Mi dinámica de trabajo de cada jornada desde GH 1, consistía en leer la base de datos de las últimas 24 horas para hacerme una idea general de lo ocurrido y luego sentarme con mi editor a ver todo lo enviado a AVID y a decidir qué y cómo quería que apareciera en el resumen. Con los años aprendí a usar el AVID y lo montaba yo misma. En otras productoras el resumen lo hacen varios equipos, que se dividen los contenidos del día por tramos horarios o por tramas. Son maneras diferentes de organizarse.
¿Y los resultados?
También son diferentes. En Colombia, por ejemplo, el resumen era muy distinto al de aquí porque estaba compuesto por cápsulas de contenidos estancos montadas con ritmos narrativos y estéticas muy diferentes. Aquí, que el resumen fuera un recorrido por lo más importante de 24 horas, me permitía llevar lo mejor de esas 24 horas valorado dentro de la totalidad, mezclar tramas, montar en paralelo diferentes situaciones, pasar con fluidez de un tema a otro, intercalar esos momentos que no califican como tramas pero que pueden tener mucha gracia o mucha poesía. Cuando un programa lo hacen varias personas se hace más fácil y más rápido. Si lo hace una sola persona es más trabajoso pero te permite ser mucho más creativo porque ves todo el material, te dejas llevar por los contenidos, los “palpas” y dejas que ellos mismos te digan cómo enlazarlos para construir el guion. Es fantástico. Apasionante.
Has dicho que montas tú misma…
Antes de Gran Hermano, yo no había visto un AVID en mi vida. Venía del mundo guion de ficción, que trabaja con la imaginación y pone las palabras sobre el papel. Aquí el guion se arma a posteriori y a mí me costaba un esfuerzo adicional porque no estaba acostumbrada a lidiar con imágenes, pero tuve la suerte de tener unos editores extraordinarios: David y Víctor. Ellos me enseñaron los recursos del AVID, a leer el lenguaje corporal, a no tenerle miedo al teclado, a cortar yo misma los contenidos, a bajarlos al timeline. Con los dos hablaba mucho. Yo les decía qué quería conseguir, cómo quería contar una trama, les explicaba cosas de contenidos, de estructura narrativa, y ellos me explicaban cosas de montaje. Aprendí muchísimo del lenguaje de la imagen y de las posibilidades del AVID, se me desveló un mundo al que, por lo general, no tenemos acceso los guionistas. Todo esto ocurrió durante los primeros años, cuando yo tenía cinco o seis horas de contenidos para ver cada noche. Luego las ediciones se hicieron más complejas y cada noche tenía hasta diez horas para ver, y aunque seguí contando con muy buenos editores, me llevaba mucho tiempo pedirles lo que quería, explicarles que cortaran en tal punto y no diez frames antes o después porque quería ese corte antes de que ese concursante bajara la mirada o después que soltara el humo del cigarrillo. Son detalles, sutilezas a las que Víctor y David me abrieron las puertas. No quería renunciar a ellas y era mucho más rápido hacerlo yo. Además, el diario lleva un montaje sencillo, lineal, sin filigranas. Luego ya todo lo que es posproducción, nivelar audios, subtitular y hacer los “cebos” para poner antes del corte a publicidad, lo hacía un equipo que llegaba en las mañanas al que yo les dejaba los contenidos montados. En todo caso es algo que te pide el propio género. Si haces ficción tu guion se crea con palabras. Si haces programas de realidad, tu guion se construye con vídeos.
Muchos concursantes se quejan de los resúmenes
Lo sé. Este trabajo tiene una parte objetiva: si alguien no hace algo, eso no va a aparecer nunca porque nadie puede inventar lo que no ocurrió. Luego entra también la parte subjetiva a la hora de contar lo que ocurrió porque cada uno ve las cosas desde su óptica personal, desde su sensibilidad. Cada día podría haber tantas versiones del resumen como personas lo montaran. Muchas veces he oído culpar al diario de las expulsiones. Una vez Pilar me pidió que acompañara a dos aspirantes altraining porque se había enfermado la redactora que debía hacerlo. Ellos no sabían cuál era mi trabajo, y uno me comentó que si los resúmenes no le ponían muy mal, esperaba estar mucho tiempo en la casa, porque los resúmenes eran los culpables de muchas expulsiones. Me hizo mucha gracia y me recordó algo que siempre ha dicho mi madre, que es profesora de matemáticas: “si el chico aprueba, la familia te dirá que aprobó porque es muy listo; si suspende, dirán que la culpa es del maestro, que es muy malo”.
Aquí es lo mismo: el que gana, da por hecho que ha ganado porque es el mejor. Al que expulsan, siempre puede decir que lo expulsaron por culpa del programa.
¿Y no hay algo de eso último?
Bueno, no todo el mundo sale bien parado todo el tiempo. Sería deshonesto intentar que todos quedaran bien siempre. Hay que contar lo que ocurre. ¿Qué se supone que haga si no? ¿Que oculte información para favorecer a alguien? Hay cosas que podría ocultar pero ¿quién me garantiza que no se sabrán luego? Recuerdo, en GH 4, la noche en que Inma subió al Confesionario a decirnos, arrasada en lágrimas, que estaba sintiendo algo por Matías, quien, al mismo tiempo, estaba en la piscina con Anna. Lo de Matías y Anna empezó cuando Inma llevaba dos minutos en el Confesionario, o sea, su dolor era por amor no correspondido, no por celos. Pues hubo una persona que pasó por el AVID y me comentó que si ponía primero lo de la piscina, parecería que la crisis de Inma se debía a que había visto a Matías con Anna, y eso sería “un bombazo”. Lo monté tal y como había ocurrido. O sea, quedaba claro que eran acciones simultáneas pero que Inma estaba en el Confesionario antes de que comenzara lo de Matías y Anna. Poco después, cuando salió Anna, las chicas le contaron a Inma lo de la piscina. Ella se sintió doblemente traicionada: por lo que había pasado y porque nadie se lo había dicho en su momento, y pasó varios días refiriéndose a su ignorancia acerca de lo ocurrido. ¿Te imaginas si yo hubiera alterado aquella información y hubiera hecho creer que Inma les había visto y por eso lloraba?
Pues siempre se ha acusado a los realities de manipulación
Es lo que pasa cuando seleccionas, cortas y resumes. Por más que se intente ser fiel a la realidad, cuando esa realidad se edita, se recrea. Es inevitable. Las dos cosas más complicadas de este trabajo son atinar con lo realmente importante e intentar que eso que elegiste no se desvirtúe. A veces tienes montado un programa estupendo, te parece que no puedes quitar nada porque si cortas una frase o un gesto no se va a entender igual, pero tienes que llevar ese programa a la mitad del tiempo. Lo más fácil es quitar una trama entera, pero no siempre es posible porque a veces todas son igual de relevantes, todas han cambiado las relaciones y el estado de las cosas y si no las cuentas la gente mañana no va a entender de qué hablan o por qué se comportan de determinada manera. Así que quitas de aquí y de allá… Y sabes que con cada frase a lo mejor estás quitando un matiz importante, pero no tienes alternativa. Luego te caen aquellos chaparrones porque la gente dice que no está todo y que se ha suprimido esto o aquello para perjudicar o favorecer a alguien. Y tienen razón: no está todo, no hay manera de que quepa todo. Pero de ahí a que haya mala intención hay un trecho enorme.
¿Te molestan las críticas?
Esas no. Si yo fuera espectador también querría verlo todo. Pero a veces hay críticas muy injustas. Recuerdo, por ejemplo, un caso en GH 10. Un jueves hubo una bronca muy importante porque por primera vez se enfrentaron los dos grupos capitaneados por Iván y Mirentxu. Esa noche, cuando iba a hacer el programa, Macarena me la pidió para llevarla en exclusiva en El Debate. En esa edición, como la gala iba los martes, ellos cerraban contenidos el jueves, para dejarle a la gala lo ocurrido de viernes a lunes. Maca tenía muy poco material y esa bronca era lo más relevante de esos tres días, así que, como yo tenía contenido más que suficiente para hacer mi resumen, y diferir durante poco más de 48 horas la emisión de lo sucedido no cambiaba nada las cosas, le dejé la bronca. Ellos hicieron, como cada semana, un “cebo” de 20 segundos para colocar al cierre del resumen del viernes. Pues esa tarde me encontré acusaciones de todo tipo en los foros: que el resumen había manipulado la pelea porque la había contado en unos pocos segundos, que se había puesto la imagen de Mirentxu llorando para que expulsaran a Iván y no sé cuántos despropósitos más. Yo no daba crédito, porque hubiera jurado que ya nuestros espectadores, después de tantos años, sabrían diferenciar entre el desarrollo de una historia y un “avance” del programa siguiente. Sobre todo porque esas imágenes iban acompañadas por el aviso de “Y el domingo en El Debate”. Que tampoco era nada que nos acabáramos de inventar, porque desde hacía mucho tiempo los resúmenes del viernes llevaban un “avance” de El Debate. Esa vez en particular los ataques fueron injustos porque ni la pelea era contenido del diario ni mis compañeros tuvieron mayor interés en dar una versión sesgada del asunto, sino que se limitaron a “avanzar” en 20 segundos lo que les pareció más atractivo para invitar a los espectadores a sintonizarles el domingo. Encima ¿cómo puede creer alguien que tuviéramos interés en que saliera expulsado Iván, cuando él y Mirentxu estaban dándonos los mejores contenidos de esa edición? Ni que estuviéramos locos.
Pero hay muchas cosas que nunca salen y sí que son importantes
Exactamente hay entre 95 horas y cuarto, y 95 horas y media por día que no salen en el resumen. Cada día se graban 96 horas de las que se emiten entre un 0,52 y un 0,78%, porque el resumen dura entre 30 y 45 minutos. Lo más doloroso de este trabajo es ese porcentaje que hay que descartar y la imposibilidad de hacer previsiones, que hace que se pierdan contenidos importantísimos. Por descontado que cualquier guionista o redactor de realities trata de que no se le escape nada importante porque el objetivo de todos los que trabajamos en esto es que las cosas se entiendan lo mejor posible. Pero lo mismo que algo puede parecer significativo y luego diluirse, otras veces hay cosas que no valoras en el momento y que con el paso del tiempo cobran otra dimensión. Por ejemplo, la primera vez que vi el “nominator”, Pepe estaba usándolo en compañía de Dayron y Javi. Supe, por lógica, que lo había hecho durante la semana de modelar cerámica, pero nunca pude contar cómo y cuándo nació el “nominator”. Si hubiéramos sabido lo que iba a significar ese cacharrito de cerámica, hubiéramos tenido las imágenes de Pepe modelándolo y horneándolo. Pero como en aquel momento debió tener la misma importancia que una taza o un cenicero hechos por otros concursantes, no hay un solo minuto sobre la creación del artefacto más importante de todo Gran Hermano. Y si lo hay, no lo vimos.
También muchos concursantes se quejan de que sus mejores momentos no se ven
¿Y cómo saben que esos momentos fueron mejores que otros momentos de otros compañeros? En una casa donde los acontecimientos brotan por todas partes, los que más salen en los vídeos son los participantes más activos. También muchos se quejan de que hacían chistes y solo se veían las broncas. La explicación es de curso de Dramaturgia 1: los chistes rellenan tiempo, pero no provocan nada. Las peleas son acción dramática pura y dura porque traen consecuencias, fijan posturas, crean estados de opinión que luego van a cambiar la convivencia. Y quien dice una pelea dice un romance, unas lágrimas... Ni el peor guionista renunciaría a contar eso por poner tres minutos de un concursante haciendo chistes. Yo, personalmente, prefiero las ediciones con el protagonismo repartido y con humor, como GH 4 y 9. Pero si estás en medio de un drama bélico, tienes que contar batallas y, por lógica, quienes más minutos van a acaparar son los Generales.
¿Y no puede ser que te simpaticen más unos que otros?
Te voy a contar algo: a los cuatro años empecé a estudiar piano. A esa edad, ya se sabe, la imaginación es lo que es. Cuando tenía clases de dictado musical, me gustaba escribir en el pentagrama las notas “fa” y “la”: las colocaba entre las dos líneas y sentía que quedaban arropaditas en un lugar del que no podían caerse. Algo parecido me pasaba con “mi”, “sol” y “si”. Cuando les atravesaba la tripa era como ensartar cuentas en un collar: quedaban seguras. Mi problema eran “do” y “re”. A “do” hasta la odiaba un poco. La veía tan independiente, tan “yo no necesito del pentagrama porque me las arreglo sola”, que me daba un poco de rabia. Pero “re” me daba una lástima increíble. La veía pegarse a la línea inferior y me preguntaba cómo hacía para sostenerse. Me imaginaba que un día se distraería y se caería al abismo. Siempre la dibujaba muy pegadita a la línea, pero me la figuraba luchando por no caer y me provocaba mucha ternura, mucha compasión. Luego, a la hora de interpretar, las necesitaba a todas: a la chula de “do”, a la pobre “re” y a las cinco restantes. Y no podía tocar La Comparsa de Lecuona con más “res” de los que estaban en la partitura solo porque “re” me provocara ternura. Pues esto es lo mismo: si yo fuera músico, los concursantes serían mis “notas”. En algunas partituras unos aparecen más que otros. Pero todos tienen un sonido diferente y en la medida que se van, la partitura se resiente y se echa en falta a cada uno.
Pero la gente siempre piensa que hay favoritos
Sí. Vivimos entre teorías de conspiraciones. Que si este o aquel es el favorito de Tele 5 o de Zeppelin. Por supuesto que hay favoritos. Cada uno tiene el suyo. Guadalix, cuando vas a cenar cada noche, es como una comunidad de fans. La gente habla de uno y otro, hacen porras, discuten. Mis favoritos son los que me dan más contenidos, pero hay muchos que me han encantado y no han pasado de la primera expulsión. En cuanto a favorito de Zeppelin o de Tele 5, la verdad, a mí nunca nadie me ha dicho “oculta (o pon) tal cosa porque queremos que fulano gane”. Eso no ha ocurrido jamás.
¿Alguna vez has sentido la necesidad, como si estuvieras en una ficción, de cambiar el curso de los acontecimientos?
Sí. A veces me gustaría poder decidir quién sale antes y quién se queda más tiempo. Hay concursantes que son unos guionistas excelentes: viven relaciones intensas, crean contenidos, conectan las historias… Cuando ves que alguien así se va a ir a la calle te dan ganas de pedirle a la gente que no lo eche, de explicarles lo importante que es ese personaje para el programa, aunque no caiga tan bien como otros. Me ocurrió más de una vez en cada edición porque el público votante en general es más juez que guionista. En los foros hay discusiones muy apasionadas entre los espectadores-jueces que buscan “castigar el mal” y los espectadores-guionistas, que defienden aplazar la justicia en aras de prolongar el espectáculo, de asegurarse el entretenimiento hasta el final. Al fin sucede lo que decide la mayoría, pero da mucho dolor cuando ves que se marchan los que mantienen vivo el concurso.
¿Te ha sorprendido que alguno haya ganado?
Nunca. En muchas ediciones he sabido muy pronto quién iba a ganar. En otras, un concursante ha sido “ganador” durante semanas y, de pronto, ha hecho algo que le ha llevado a perder el apoyo del público. Eso se ve. Es que ves la frase o el gesto y dices “acaba de perder el concurso”. Es muy fácil. No se trata de quién te simpatice más, sino de conocer los comportamientos que el público no perdona y aquellos que suele premiar. Y son casi siempre los mismos y tienen que ver con valores éticos muy arraigados. En general, a la semana, ya sabes quiénes no ganan, y sobre la segunda o tercera semana empieza a dibujarse el perfil de ganador. Podría decir el momento exacto en que, en cada edición, se ha producido ese punto de no retorno, cuando sabes que ese concursante ya ganó y da igual el tiempo que falte para la final, porque acaba de poner de su parte a la mayoría de la gente o, por el contrario, cuando ves que alguien que lo tenía todo, echa por la borda sus posibilidades de ganar. Es un instante mágico, como el clímax de una película. Ya sabes que no hay vuelta atrás. Te guste o no el concursante, cuando llega ese momento ya todo está hecho.
¿Qué hay que hacer para ganar Gran Hermano?
Sería más fácil decir cómo no se gana Gran Hermano. No se gana siendo un concursante- contaminante ni tampoco siendo un concursante-mueble. No se gana imitando a un ganador anterior ni echando mano a esas estrategias para agradar o dar pena que ya los espectadores no compran por reiterativas. Ni haciendo algo poco ético, ni ocultándose, ni manteniéndose al margen, ni intentando engañar a la audiencia. Hay una frase que se dice mucho que es aquella de “ser uno mismo”. Por una parte es cierto que si el espectador no cree en alguien no lo hará ganador. Por otra, si alguien va con un perfil de intolerante, injusto, egoísta o cruel, lo tendrá difícil aunque haya sido “él mismo”. Quienes ganan son personas con ciertos valores éticos universales pero, sobre todo, que han tenido algo vital en juego, que han luchado por eso y han conseguido que los espectadores les crean y se emocionen. Es exactamente lo mismo que en la ficción. Da igual si eso que tiene el “personaje” en juego es el amor, la amistad, el deseo de ser admitido, la necesidad de defenderse o proteger a otro o, simplemente, ganar. Lo importante es que el espectador sepa realmente qué quiere el “personaje” y lo vea luchar por ello. Y aquí no vale que alguien venga y cuente que ha sido desgraciado en el amor, que no tiene amigos o que en el colegio se burlaban de él. Eso es lo que en dramaturgia son las “circunstancias dadas” del personaje, su pasado. La historia aquí empieza cuando entran. Si después de pasar esa puerta viven su paso por el programa, se implican en lo que les rodea, actúan para conseguir lo que quieren y expresan sus sentimientos, tendrán más posibilidades de que el espectador sienta empatía o simpatía (o ambas) por ellos. Luego hay circunstancias impredecibles, como los compañeros con los que compiten, la atmósfera de cada edición. Siempre me ha gustado hacer el ejercicio mental de imaginarme a los concursantes en otras circunstancias. Después de El Reencuentro, le pregunté a Pepe si él hubiera ganado GH 4. Me contestó que se lo había planteado más de una vez y que le parecía muy complicado, porque probablemente no hubiera sabido con qué armas vencer a Pedro y a Desi pero que, obviamente, no hubiera intentado enfrentarse a ellos con el mismo perfil que compitió en su edición, entre otras cosas porque en GH 4 ese perfil habría estado fuera de lugar.
¿Y de verdad son como les vemos?
Sí y no. Gran Hermano es un juego de rol y cada uno elige cómo jugar y potencia esos rasgos que cree que le harán conseguir su objetivo. Y es curioso, porque si algo han repetido casi todos es que en la casa son como en su vida real. Y esto es imposible, primero porque las condiciones de la vida en GH se parecen muy poco a las de la vida real, segundo porque todos tienen un objetivo excluyente: ganar. En la vida real no se está compitiendo a cada minuto. En GH, si eres un buen concursante, sí. Hasta cuando son cariñosos y solidarios con los compañeros, están compitiendo con ellos. Tal vez, como ellos dicen, lo olviden en algunos momentos. Pero ya están las nominaciones y expulsiones para recordárselos. En cualquier caso, hay una frase que ellos repiten mucho: “ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos”. Y así es. El malo que suda azufre, como la villana que le manda serruchar los frenos del coche a la protagonista para que se accidente y pierda el bebé que está esperando, y luego hace un voice over regodeándose en su maldad y se ríe, solo existe en el mal melodrama. En Gran Hermano, como en la vida, la gente tiene muchos matices. Y a veces les ves hacer algo poco ético, pero eso no significa que sean malas personas, sino que están luchando por conseguir un objetivo y emplean las armas que tienen. A la mayoría les recuerdo con mucho cariño. Y con un agradecimiento infinito.
¿ Y no me vas a decir quiénes han sido tus favoritos?
Mis favoritos siempre fueron aquellos que mejor cumplieron su triple función de concursante-guionista-personaje. Podría mencionar al menos cuatro por edición. Algunos como Jorge, en GH 1; Emilio y Marta en el 2; Raquel y Kiko en el 3; o Inma en el 4; fueron guionistas maravillosos, a quienes nunca agradeceré lo bastante los contenidos que generaron. Y entre los ganadores Pedro y Pepe. Pepe porque lo cambió todo, porque encarnó un rol inédito y porque fue el primero en ser consciente de que estaba jugando al mismo tiempo con sus compañeros, con el programa y con los espectadores, a quienes convirtió en cómplices y enseñó (casi) todas sus cartas. Pedro porque era un personaje extraordinario, era el Quijote y era Sancho al mismo tiempo, y me hizo reír y me conmovió hasta las lágrimas. Ellos son el ganador de mi cabeza y el de mi corazón.
telecinco.es
19/01/2012 10:57:31
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