01/11/2020
El choque de culturas, los prejuicios hacia lo diferente, la convivencia con los extranjeros, la tolerancia... son algunos de los temas que toca la emotiva cinta canadiense de Philippe Falardeau "Profesor Lazhar", que este viernes llega a los cines españoles avalada por una nominación al Oscar en lengua no inglesa y 6 Premios Genie de la Academia Canadiense de Cine y Televisión. Basada en una obra teatral, trata sobre un profesor argelino que de manera imprevista debe sustituir al profesor titular de una clase de alumnos preadolescentes en Montreal.
- Esta es su segunda adaptación cinematográfica de una obra ajena. ¿Qué le atrae de este proceso?
Creo que me gustan las adaptaciones porque la obra original ya ha demostrado su valía a un nivel emocional, ya sea al público en general, o a mí mismo. Hay una cosa que siempre me preocupa cuando hago una película: ¿Seré capaz de convivir con esta historia durante tres o cuatro años? ¿Interesará a los demás tanto como a mí? Asimismo, se hace igualmente importante comprender dónde están los límites del medio que empleamos, evitando imitar lo que el medio original ha logrado exitosamente. Para "C’est pas moi, je le jure!" (2008), era evidente que el humor que se desprendía de la obra de Bruno Hébert emanaba de la discrepancia entre una narrativa ingenua propia de un niño de diez años y las referencias de la misma, propias de alguien en la cuarentena. Para "Profesor Lazhar", la pieza de Evelyne de la Chenelière emplea un único personaje en el escenario. Lo que me atrajo de la misma particularmente fue su fuerza evocativa. Era asimismo consciente de que sería peligroso tratar de emular el estilo poético de la autora, sencillamente porque no soy poeta como ella, además de que el cine como medio no se presta a lo poético del mismo modo.
- ¿Cómo fue su colaboración con Evelyne de la Chenelière?
Desde el momento en que Evelyne aceptó que fuera yo quien adaptara la pieza, se entendía que también yo iba a ser el guionista. Le pedí ayuda en lo concerniente a mantener la integridad del personaje, y asimismo le requerí que siguiera mi labor paso a paso. Quería que garantizase la redirección de la historia cada vez que yo abordara un camino que pudiera traicionar la esencia del personaje. Además, fue mi primera lectora junto a los productores. Cada vez que me estancaba, allí estaba ella, siendo la extraordinaria y habilidosa escritora que es, aportando auténticas soluciones. No es que fueran ideas concretas para la película necesariamente, pero siempre sabía cuándo había un problema serio, y entonces me enviaba sus reflexiones, sus artículos para que los leyera… y eso me desbloqueaba. Esa experiencia hizo que quisiera escribir con alguien, porque a veces te ves ante un impasse, pero al final siempre hay una puerta que sencillamente no ves. Evelyne también me ayudó a conseguir para el film cotas de profundidad emocional increíbles.
- ¿Era también importante para usted que la tragedia por la cual ha pasado su protagonista, Bachir fuera plausible?
Indagué lo mío para abordar ese extremo apropiadamente. Tras un año de haber iniciado la adaptación de la pieza teatral, en mayo de 2008, fui a Argel para ver el lugar de donde Bachir procedía con miras a comprender los motivos por los que se fue de su país. También quería ver cómo era la vida de un empleado público allá… Imaginé algo muy elaborado, que no está en la película, pero que me ayudó a entenderle. Y mucho antes, había visitado varios países, como Siria, Libia, Egipto y Túnez. Durante mucho tiempo me asistió el convencimiento de que esa área geográfica suministraba materia fértil para temas cinematográficos. Cuando se produjo la Primavera árabe, para mí, el momento era simultáneo al film que acababa de finalizar. ¿Por qué Bachir se fue a Montreal? Porque no tenía elección: inclusa varios años después de la guerra civil, Argelia todavía afronta gran número de problemas.
- Sin embargo, ¿podría haber sido de cualquier otro país el personaje de Bachir?
Así lo creo; aunque entonces quizá el problema habría sido el lenguaje. Había pensado en el Líbano. El personaje no sólo ha de ser todo un experto en francés, sino que además tiene que amarlo considerablemente. Porque en mi mente, el proceso de cura se produce a través del acto de hablar, de enseñar, de leer, de amar el francés. Argelia funcionaba bien porque allí hay muchos intelectuales, grandes escritores… Una vez instalado en una escuela de Quebec, Bachir se ve atrapado en un sistema que le es ajeno, por lo que tiene que buscar dentro de sí mismo para extraer recursos a partir de lo que se le enseñó cuando niño. De tal modo que su única referencia es un método de enseñanza francés que ya está trasnochado. No debería olvidarse que Bachir es un inmigrante norteafricano profundamente secular: una decisión mía de la que era muy consciente. Él representa al “Otro”, alguien que por encima de todo es un hombre que busca soluciones, pero no en la religión o en lo moral, ni siquiera en sus referencias culturales (dicho en el sentido “étnico” del término), sino en lo que atañe a la enseñanza, a nuestra común relación con el idioma y la literatura franceses, y luego en el acto esencial de la comunicación en sí. También hay ironía en el hecho de que va a enseñar en una antigua colonia que mantiene una relación particular con el francés, cuando él mismo procede de una antigua colonia.
- Como guionista y realizador cinematográfico, ¿Cómo se plantea trabajar con niños o preadolescentes?
Creo que en general es algo parecido al modo en que uno se adapta a cada actor, sea niño o adulto, con la salvedad de que cuando se trata de un adulto, nunca me preocupa si sabe o no sus diálogos. Por lo demás, el plató debe manejarse de una manera más relajada y festiva. Con todo, en aquello referido a la interpretación, mantengo que esos niños son capaces de captar las emociones en juego de sus personajes, y que entienden perfectamente que se trata de un trabajo, que no les estoy pidiendo que sean lo que son en la vida real. En "C’est pas moi, je le jure!" (2008) fue un tanto más complejo, porque el personaje protagonista tiene un don especial para las respuestas rápidas. Ahora, he procurado mostrarme menos "adulto" en mi guion, incluso si el personaje de Alice resulta particularmente maduro para su edad. Obviamente, hay diálogos que reflejan un tanto mi perspectiva por medio de las palabras de un crío. En términos generales, hay una buena cantidad de trabajo que se afronta en preproducción, y en ese sentido hay mucho que agradecer a Félixe Ross, la instructora de interpretación que atiende conmigo los talleres para niños. Entiende exactamente la dirección hacia la que quiero dirigirme; sin ella, jamás lo hubiera conseguido.
- La película debe barajar elementos dramáticos, serios y profundos, con momentos de humor y distensión...
En la vida, es extraño que la tragedia o el drama acontezcan sin nada más. A menudo, es una cuestión de perspectiva… En "C’est pas moi, je le jure!", el humor se creó tomando distancia, era un humor excéntrico y efectivamente en ocasiones absurdo. En "Profesor Lazhar", el humor se hace más sutil, más realista. La ingenuidad del personaje argelino nos sorprende y nos hace reír. Cuando se saca provecho sutilmente de una brecha cultural, siempre hay un rico potencial cómico. El hombre encargado del mantenimiento y el profesor de gimnasia constantemente pronuncian diálogos directos y extraños que provocan la risa. Hablando con propiedad, se debe entender que no hay bromas. Lo que ocurre es que la vida es cómica, y creo que debiéramos darnos cuenta de ello. A mi entender, las películas que no tienen ni pizca de humor son de ciencia-ficción. Sencillamente, ¡no puede ser!
abcguionistas con información de A CONTRACORRIENTE FILMS
17/05/2012 19:47:28
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