13/12/2010 - 13 usuarios online


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No hay jubilación para Antonio Larreta

Larreta
Larreta

Escritor, director y actor de teatro, guionista de televisión y cine, Antonio Larreta ha llevado una exitosa carrera entre España y Uruguay. A los 85 años, cuenta con un prestigioso currículum, que incluye el Premio Planeta por su novela Volavérunt, reconocida internacionalmente y llevada al cine por Bigas Luna. Apremiado por su situación económica, va a vender su casa de Pocitos, en su país natal, y en un remate público que será a mediados de agosto, todo su contenido, salvo su biblioteca. Larreta está gestionando una pensión graciable del Estado y, pese a que asegura que la suya es una acción personal, dice que la situación económica de sus colegas "es muy crítica", mientras él no puede dejar de trabajar como guionista.

Este año estuvo filmando con el argentino Carlos Sorín (es el protagonista de la película Agua que brilla) y, por otra parte, contratado por su amigo Sancho Gracia, escribió el guion de una biografía de Artigas que dirigirá César Charlone. Además, sigue escribiendo y yendo al cine, leyendo y atento a lo que pasa a su alrededor. De todo ello habló con el diario El País de Montevideo.

-Tiene su casa en venta y va a rematar sus muebles y pertenencias ¿qué tan apremiado está por su situación económica?
No diría que es indispensable, pero me da un desahogo. La idea surgió hablando con mi hermana Verónica de mis perspectivas económicas; yo estaba bastante preocupado, y ella dijo al pasar "Podrías vender la casa" y al minuto dije: "¿Cómo `podría`?, vendo la casa y resuelvo mis problemas". Eran los problemas que tenía cualquier uruguayo después de 2002. Así que en esas estoy. Voy a rematar todo lo que tengo dentro: cuadros, alfombras, muebles. El remate va a ser a mediados de agosto en dos o tres días en la propia casa.

-¿Con qué piensa quedarse para usted?
Voy a rematar prácticamente todo. Me voy a quedar con un cuarto de monje. Tengo una vieja experiencia en este sentido. Cuando tenía 10 u 11 años vivía en la casa en la que había nacido en la calle Sarandí 528, que hoy es de la Comisión de Patrimonio, y al morir mi abuelo en 1931 se descubre que la gran fortuna de la familia se había dilapidado no totalmente pero casi. Entonces, según me lo contó el propio Gomensoro, se decide organizar el primer remate que se hace en una casa familiar en Montevideo. Se remata todo de aquella casa que era grandísima (su novela El jardín de invierno es sobre esa casa). Yo no fui al colegio hasta los 12 años así que esto pasa antes que yo me enfrente con el mundo exterior, de manera que asistí -porque seguimos viviendo en la casa vacía- al remate y su etapa posterior. Me acuerdo de sentir mucha curiosidad sobre quién había comprado qué cosa, qué destino habían tenido. Nunca lo tomé como un drama, pero de hecho la casa se vació. De alguna manera, fue una enseñanza: yo asimilé que las casas no eran definitivas. Nos enseñaron que las casas había que tenerlas siempre lindas, pero también que se desarmaban.

-A lo largo de su vida aquí y en España se mudó muchas veces. ¿Tiene idea de cuántas?
No exactamente pero debo haber armado y desarmado dos docenas de casas. Siempre cuando entraba la ponía como si fuese definitiva. Pero siempre por una razón u otra no estaba más de dos o tres años. Cuando trabajaba en España ganaba mucho dinero; con esa perspectiva me hice esta casa, pero después me vine a vivir a ella y esa decisión, de la que no me arrepentiré jamás, la pagué cara. Mi conexión con Madrid empezó a resquebrajarse, lógicamente, porque se renovó el equipo para el que trabajaba. No conozco personalmente a los directores de cine españoles que hoy tienen resonancia, ni ellos a mí, salvo que saben que fui guionista de las cuatro o cinco películas importantes que hice.

-Desde su regreso a Uruguay dirigió y actuó en varias obras de teatro y escribió, al menos, media docena de libros. ¿Eso no da para vivir? ¿Qué tan cruel es Uruguay con sus artistas?
Es cruel. Es cruel, bastante cruel. Es muy difícil sobrevivir en base a escribir libros, aún premiados. En el teatro, hay quienes logran vivir de eso porque tienen instinto comercial. Se suponía que lo tenía porque inventé aquello del Teatro de la Ciudad de Montevideo que se llenaba todos los días, pero gastaba tanto en las puestas y pagaba tan bien a los actores, hasta que un día dije que no podía pagar más sueldos.

-¿Por qué no tiene una pensión graciable del Estado?
Se está gestionando. Pero por primera vez en 85 años recibo desde hace dos meses un dinero del Estado: el BPS me da una pensión reparatoria a los que estuvimos en el exilio.

-¿Cómo están los artistas de su generación desde el punto de vista económico?
Mal. Es el reino del rebusque. Algunos con el periodismo, otros dan clase… Tengo un amigo muy querido, que no voy a nombrar, un actor de primera línea que tiene muchos años. Lo sabemos ambos por experiencia propia: cuando se doblan los 80, uno queda afuera de la oferta pública. Es muy difícil encontrar papeles: yo no busco papeles de galán, pero trato de averiguar si aparece una obra en la que haya algún papel como para mi edad (ríe). Este amigo mío jamás habló de su situación económica, y lo llevó con mucha dignidad pero hace tres o cuatro años la pasó muy mal. Después le salió la pensión. Pero la pasó muy mal. Como él hay muchos.

-¿Le gustaría que esta acción suya se tome como un signo, que en este hecho estén representados sus colegas?
No, no querría que se convirtiera en un signo. Es una cosa totalmente personal. Tiene que ver con mis años, con lo difícil que es tener una casa más o menos grande en condiciones. Yo necesito muy poco espacio para trabajar. Esta casa fue hecha con la idea de recibir a los amigos, pero no tuve en cuenta que los amigos se iban a empezar a morir. Esto parece un chiste, pero no lo es: se han ido muriendo. También cada vez tengo menos dinero para recibirlos bien.

-¿Qué política esperaría del Estado? ¿Esperaba otra cosa de un gobierno de izquierda?
No soy un técnico. Lo que sé es que la situación de mis colegas es muy crítica.

-Ha reunido una importante biblioteca, pero no piensa vender los libros. ¿Qué va a hacer?
Son el problema, porque son muchos. Empecé a hacer un descarte, porque tengo unos 4.000 libros, pero no todos son importantes. Y cada vez son menos los importantes. Venderlos no me gusta, les guardo demasiado respeto.

© E.P. / abc guionistas

04/08/2008 07:03:32