12/12/2010 - 28 usuarios online
Al mirar el recorrido de Dunav Kuzmanich por el cine colombiano, se puede comprobar que es parte fundamental, que es el autor de momentos clave, asegura en un perfil publicado el pasado sábado la periodista Martha Ligia Parra en el diario El Tiempo. En la década de los 80 realiza Canaguaro(1981), una mirada crítica al conflicto del país suramericano y un momento verdaderamente significativo de nuestra cinematografía, escribe junto con Francisco Norden el guion de Cóndores no entierran todos los días (1984), obra clave en nuestro cine y dirige cuatro películas más: La agonía del difunto, Ajuste de cuentas, El día de las mercedes y Mariposas S.A. En los años 90 reaparece como guionista de La nave de los sueños(1996) de Ciro Durán y nueve años más tarde realiza el diseño de producción y la preparación actoral de Apocalípsur de Javier Mejía.
Son constantes en su obra y en su trabajo, la historia política de nuestro país, las dificultades para la distribución comercial de sus películas y la censura. Fue una especie de pionero de un cine adulto en Colombia. En los últimos años había optado por alejarse de la prensa, pero seguía escribiendo, asesorando y pensando en proyectos de largometrajes. “Dejó varios guiones listos de largos y también poesía”, cuenta Rafael Escobar, uno de sus ex pupilos y amigo más cercano.
“El viejo, el maestro, era un monstruo”, dice Rafa Escobar y además uno de los hombres más coherentes que he conocido. Nos decía que nosotros sus amigos (y antiguos alumnos de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín) éramos su familia. Y sólo aceptó que fuésemos nosotros quienes lo acompañáramos hasta el final. Para Juan Guillermo Palacio, también amigo, “haber tenido la oportunidad de aprenderle, de tenerlo cerca y de que haya pasado por nuestras vidas es lo más importante”. “Nos dejó tareas a todos”, afirman. Son estas mismas personas quienes desean conformar la corporación Dunav Kuzmanich para preservar su memoria y su legado (aunque él quería que se llamara Nuestra Imagen). “Murió tranquilo. Alcancé a llevarle la cartilla que le acaba de editar el Ministerio de Cultura sobre narrativa audiovisual. Me dijo que le describiera el diseño y los colores y le leí una parte del prólogo”, cuenta Rafael Escobar.
Parece que también hubiera escrito el guion de su final, cuenta Lyda Cristina Bedoya, otra de sus amigas. Quería que sus amigos lo acompañaran en -los que probablemente presintió eran- sus últimos días. No deja uno de pensar en Rémy, el protagonista de Las invasiones bárbaras; el profesor lúcido y dispuesto a la polémica, que aguarda la muerte por un cáncer terminal. Y en Denys Arcand (2003) su director cuando se refiere así al espíritu de su cinta: “Cada vez me siento más alejado de las sociedad que me rodea. Supongo que es la señal más común de que uno envejece. La constante aceleración y los alaridos mediáticos me hartan. Las películas hechas por ordenador no me interesan demasiado, me gustan los diálogos y los actores. .
La última vez que ví a Duni fue en la premiere de Apocalípsur en Medellín, en el festival de cine de la feria de las flores. Sus amigos lograron convencerlo de salir de la “Duni-cueva” como él mismo le decía a su casa. Llegó prácticamente al final del coctel, después de la proyección. Sobresalía de inmediato por su estatura y me impactó su aspecto que denotaba algún padecimiento físico. Por Juan Guillermo Palacio supe de sus deseos de volver a dirigir, de sus muchos proyectos, de sus guiones, de su coherencia entre el pensar y el hacer, de sus precarias condiciones económicas. Supe también que se negó a participar en Tigre de papel de Luis Ospina.
Mercedes Cardona, directora de la Corporación Cinefilia recuerda: “El año pasado Duni me llamó para pedirme que, si venían los guionistas a Medellín, le reuniera a varios, pues él quería comentarles sobre un proyecto; al fin, esa reunión no se pudo hacer” y también hace memoria que fue Carlos Henao, la persona que lo trajo a Medellín, en 1984, para dar un taller en Encuadre: Taller de Gonzalo Mejía. Juntos trabajaron en tres largometrajes. Lo más triste es que muchas de sus películas no pudo verlas en la pantalla grande. De Duni aprendieron varias generaciones, enseñó lo que se podía hacer y no hacer en el cine. Sus últimas cintas las hizo aquí en Medellín con la productora Pasado Meridiano. Fue aquí mismo donde se enamoró, donde se quedó para siempre y donde también permaneció olvidado (en parte por decisión propia) todos estos últimos años”
© E.T. / abc guionistas
18/08/2008 18:53:20