19/11/2010 - 18 usuarios online
Cumplir 100 años en plena lucidez y creando originales criaturas con las cuales enriquecer el mundo cinematográfico es un privilegio exclusivo del guionista y director portugués Manoel de Oliveira, quien al arribar a su primer siglo de existencia sigue inmerso en nuevas filmaciones, informa Prensa Latina.
Oliveira no deja de asombrar, a pesar de que los amantes del séptimo arte conocen que este patriarca de los hacedores de cine mantiene desde hace casi dos décadas el ritmo tenaz de un largometraje cada año.
Creador prolífero que busca no repetirse en sus nuevas obras y defensor del cine alejado de la industria comercial, Oliveira es centro en estas semanas de múltiples homenajes, que van desde ciclos de exhibición de sus películas en diversas latitudes, pasando por seminarios y conferencias sobre su quehacer artístico, hasta la entrega de diversos premios por la obra de su vida.
Nació el 11 de diciembre de 1908, en Oporto, Portugal, y que es, posiblemente, el único sobreviviente de los que, como él, trabajaron en la etapa silente.
Incursionó en el séptimo arte en 1929 con "Douro, duro trabajo fluvial", un cortometraje sobre la vida portuaria en el río Duero, en Oporto, que estrenó en 1931. Después le sucederán otros cortos: "Estatuas de Lisboa" (1932), "Miramar, playa de rosas", "En Portugal ya se fabrican automóviles” (1938) y "Famalicao" (1941).
Su primer largo de ficción fue "Aniki Bobo", estrenado en 1942, con un grupo de jóvenes callejeros como protagonistas, que se destaca por su tema social con ribetes del neorrealismo que aún no estaba en auge en Italia.
Tras 14 años de inactividad cinematográfica, en 1956 filma el documental "El pintor y la ciudad", seguidos de los cortos "Las pinturas de mi hermano Julio" y "El Pan" (ambos en 1959), y "La caza" (1963).
Con su segundo largometraje, "Acto de primavera" (1963), irrumpe junto con Paulo Rocha ("Los años verdes") como el fundador del "novo cine" portugués.
Esa película también marca el inicio de lo que más tarde será una cadena de galardones para su realizador, quien recibe en esa oportunidad el primer premio con medalla de Oro en el Festival de Siena, Italia, en 1964.
En ocho décadas de creación, filmará más de 40 películas, y es también guionista de la mayoría de estas.
Durante esta última etapa sus filmes recibieron primeros premios en los más prestigiosos festivales de Europa y América Latina, especialmente en la cita anual de Cannes, su escenario favorito.
En 1990, cuando había cumplido 82 años de vida, comienza a rodar prácticamente una cinta por año. Los expertos destacan "El valle de Abraham" (1993), donde brinda una visión muy personal de la Emma de “Madame Bovary”, drama abordado anteriormente por los directores Jean Renoir, Vincent Minelli y Jacques Chabrol. Los críticos consideran que su tratamiento del personaje central es superior.
Recientemente rodó “Cristóbal Colón, un enigma”, con la tesis de que el Gran Navegante era portugués y no italiano como se asevera.
La longevidad de De Oliveira ha originado, curiosamente, que sea premiado en múltiples ocasiones por la totalidad de su obra, incluso en los mismos escenarios.
Ese homenaje los recibió en Locarno (1964 y 1991), Venecia (1986), Tokio (1997), Cannes (2008).
Esencialmente cineasta (Subtítulo)
En una ocasión declaró:”Si alguien me pregunta por qué yo hago cine, pienso enseguida, ¿por qué no me preguntan si yo respiro?”. La identificación de la vida con su quehacer artístico se hace evidente en esa frase.
Guionista, productor, director y actor en ocasiones, ha recurrido con frecuencia a obras literarias para elaborar el argumento de sus películas, sin que ello implicara un traslado mecánico, sino una recreación artística.
Algunos críticos señalan que en su filmografía hay una mezcla de esteticismo y poesía, con planos a veces fijos o de curso lento. Otros dicen que sus historias son paradójicamente actuales e intemporales.
Al margen de aspectos técnicos, hay coincidencia en reconocer que sus obras se centran en la condición humana, ya sea la vanidad de los hombres, como en "La vana gloria del comendador" y "Palabra y Utopía", o las relaciones amorosas, como en "Amor de perdición", "Francisca" y "La carta".
Sus cintas son valoradas como una forma original de crítica social, con ejemplos edificantes y una exaltación de cierto humanismo.
De Oliveira reiteró en fecha reciente que mantendrá siempre una posición independiente y en otra ocasión sentenció: “Mientras el hombre viva, el cine vivirá, como el teatro, la pintura o la literatura”.
© P.L. / abc guionistas
12/12/2008 07:12:40