05/01/2010 - 12 usuarios online
La sorpresa del año en la ficción televisiva española es «Águila Roja». Esta historia de capa y espada en la España del siglo XVII sorprende por más de un motivo. Para los espectadores jóvenes es la parada y fonda en la noche de los jueves en TVE1, el canal del abuelete. Para el resto de las cadenas, el chasco de que se ha convertido en la ficción, nacional o extranjera, más vista del año, con una media de audiencia del 25,4%. Para las productoras de series nacionales es la enseñanza de un producto nuevo de un género viejo hecho con componentes de aquí y de allá. Globomedia, la productora de Emilio Aragón, ha vuelto a acertar y van? «Aida», «El internado», «Los hombres de Paco» y, antes, «Los Serrano», «Periodistas», «Un paso adelante», «Médico de familia», informa La Nueva España.
Emitidos diez de los doce capítulos, ya está en marcha la segunda temporada.
Águila Roja es un embozado, virtuoso de la catana, que deja una pluma roja como marca (como el Zorro trazaba una «Z» o «El Coyote» desorejaba). Ayuda a los débiles e intenta desenmarañar la conspiración que se esconde tras el asesinato de su esposa. Por el día es el maestro Gonzalo de Montalvo, joven, viudo y padre de Alonso, un chiquillo que lo está pasando mal con la orfandad y con el que tiene una relación paterno-filial totalmente contemporánea. Para poner tensión sexual, se le presenta en casa, desde Sevilla, su cuñada Margarita, una belleza hebrea que trae locos a personajes y audiencia, con la que tuvo un escarceo juvenil.
Por la tarde y la noche es Águila Roja y su enemigo es el comisario Hernán Mejías, que está al servicio de una misteriosa logia secreta que conspira para derrocar al rey.
Sólo conocen su doble vida el sanchesco Sátur, un pícaro que de niño fue vendido a un ciego que se las hizo pasar canutas, que lleva la carga de humor, y un misterioso fraile, Agustín, que sabe de su formación en las artes marciales en el lejano Japón.
Merece la pena asomarse, al menos una vez, a este disparate con poderes hipnóticos que mezcla el género del enmascarado en busca de justicia con imágenes de película sexy setentera, escenas de comedia familiar (sin cola-cao) y saltos fantásticos y aceleradas luchas marciales con catana de cine de acción hongkonés, todo envuelto por una sintonía que recuerda hasta el peligro legal a la de «Piratas del Caribe». Pretendía ser una serie para toda la familia y lo ha conseguido.
Con tantas mezclas, no cabe la pureza. No se le pueden reprochar los anacronismos (al contrario, hay que gozarlos), ni la liviana ambientación porque no se trata de una serie histórica sino de que choquen las espadas, rebosen los escotes y se puedan urdir intrigas de corte y una conspiración para matar al rey (un rey sin nombre ni ordinal, sin rostro pero de voz majestuosa).
¿Ambientación? El siglo XVII entero cabe en una posada (diríase que de unos antepasados de «Los Serrano»), una escuela donde aprenden letras un noble, muchos plebeyos y una niña (hija de una bruja), un mercado donde se hurta, compra y putañea (no muy diferente a los medievales donde se vende boroña y sidra dulce en las fiestas), una prisión donde se tortura, un cadalso donde se ejecuta, el palacio de marquesa de Santillana, donde se mezclan la actividad sexual con la conspirativa, un monasterio y unos tejados de villa y corte para que «Águila Roja» se encuentre con su hijo por las noches. No cabe ponerse puristas si el pícaro dice «qué guapa estás de buena mañana» a una presunta zagala del XVII peinada con pinzas de placas térmicas del siglo XXI y ella responde «ná».
En las tramas cabe de todo. Desde unas mosqueterescas joyas de una dama que el rey debe recuperar hasta un asesino en serie de niños dotado de unos hierros como garras degolladoras que coinciden en la pantalla con «Lobezno» y evocan a Freddy Krueger, el pesadillo de Elm Street.
Para que la serie sea familiar tiene que haber niños, y los hay en abundancia: Alonso, Nuño (el estirado marquesito), Murillo (que pinta muy bien, en el último episodio una Inmaculada de Murillo) y Matilde, la hija de la bruja cuya atención se disputan Alonso y Nuño.
El reparto de Luis San Narciso está lleno de caras atractivas, conocidas de otras series. El bueno David Janer («Compañeros»), el malo Francis Lorenzo (»Mis adorables vecinos»), la guapa Inma Cuesta («Amar en tiempos revueltos»), la intrigante Miriam Gallego («Periodistas»), el pícaro Javier Gutiérrez («Los Serrano») y el niño Guillermo Campra (que protagonizó «Carlitos», una película de fútbol rodada parcialmente en Oviedo).
Detrás de la serie están tres productores ejecutivos a los que debe muchos éxitos Globomedia. El primero, Daniel Écija, el «Dani» al que Emilio Aragón le pedía que le enfocara las zapatillas en el concurso de los noventa «Vip noche», que luego facturó «Médico de familia», «Periodistas», «Un paso adelante», «Los Serrano», «Los hombres de Paco». Écija es productor, director y guionista: empezó como montador de vídeo en TVE cuando tenía 20 años, trabajó para José Luis Moreno, estuvo en el arranque de Tele 5 y fundó con Emilio Aragón Globomedia.
El segundo, Juan Carlos Cueto, licenciado en Ciencias de la Información con posgrado de escritura de guiones en Los Ángeles, empezó como profesional de radio en los ochenta y en 1990, con la llegada de las cadenas de televisión privadas, entró en la coordinación de guiones de Tele 5 para galas y concursos. Lo dejó tres años después para irse a Globomedia, donde siguió con espectáculos y escribió guiones de «Médico de familia». El tercero, Ernesto Pozuelo, el creador de «Un paso adelante» y realizador de una lista infinita de episodios en series de Globomedia, entre ellas «SMS».
Ficción de ficciones, cualquier parecido con la realidad histórica o con la vida es pura coincidencia porque, una vez más, la creación española va por la profundización en la superficialidad de los clichés pero su adaptación al ritmo, gusto y tono medio ha convertido «Águila Roja» en la reina de la noche de los jueves.
© L.N.E. - abc guionistas
10/05/2009 01:21:29